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sábado, 9 de septiembre de 2017

Rousse (La toilette), de Henri de Toulouse-Lautrec, Musée d’Orsay.

A Toulouse-Lautrec le gustaban las pelirrojas, no sabemos si por algún tipo de fetichismo o más bien porque le estimulaba pintarlas alrededor del rojo de su pelo como si fuese un veneciano. Se interesaba por las cosas que pintaba, e incluso puede decirse que las amaba; pero también era perspicaz en su observación. Llevó a una dimensión más humana que Degas el motivo de mujeres en la intimidad. Pintaba personas y fue un retratista genial, y este cuadro me gusta sobre todo porque retrata a la muchacha de espaldas con la cabellera pelirroja en primer plano, sobre la que gira todo lo demás. Es respetuoso con la retratada, la deja en su intimidad e incluso la embellece.

Se fue familiarizando con los prostíbulos desde 1886 como tema pictórico, seguramente empujado por el rechazo que sentía hacia los disimulos e hipocresías del opresivo ambiente familiar aristocrático en el que creció. Éste cuadro en particular lo pintó hacia 1889, y aunque ya se había lanzado en la búsqueda de sí mismo como pintor, todavía guarda una cierta timidez en su manera de expresarse: digamos que se estaba haciendo lleno de ideas y en unos pocos años más alcanzó la más pura genialidad en su dibujo, su color, su técnica y su temática. Toulouse-Lautrec es un pintor de un talento único, que en lugar de quedarse cómodamente instalado en su facilidad evolucionó con esfuerzo y trabajo, incluso a pesar de sí mismo.

Respecto de el punto de vista desde el que enfocaba los cuadros, no podemos dejar de pensar en su metro cincuenta y dos de estatura en que se quedó después de los problemas óseos que le impidieron el crecimiento. Toulouse-Lautrec veía las cosas desde esa altura. Mozart, que también medía metro cincuenta y algo, decía con cierta melancolía y sentido del humor que hubiese deseado tener más amigos de su altura. Si uno piensa en ello, resulta llamativo el encuadre desde arriba en este cuadro.

El fondo está resuelto con pinceladas nerviosas, muy fluidas y rápidas. El cartón sobre el que pintó se puede ver de fondo y le da un aire de provisionalidad y pasajero, incluso barato que realza más su arte. Es dudoso que pasara mucho rato en un sólo cuadro. Modelos para sus retratos se extrañaban de su aparente falta de atención mientras pintaba, se distraía con facilidad y en seguida sugería salir un rato a dar una vuelta. En realidad buscaba la comodidad del retratado para que posara naturalmente, y entonces en el momento justo lo resolvía velozmente para captar la verdad del asunto. Seguramente se dio cuenta de que la vida tiene prisa, y que no debe uno no pasar demasiado tiempo en un cuadro. Murió a los 37.

Óleo sobre cartón, 67 x 54 cms.

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